Historia de las relaciones laborales

AuteurEguzki Urteaga
Pages131-151

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Si la historia francesa está marcada por unas importantes movilizaciones y huelgas, la comprensión de su sentido supone analizar los periodos anteriores que dan cuenta del bloqueo e incluso del rechazo de cualquier compromiso. Se registran posteriormente los resultados más o menos duraderos de las huelgas y de las negociaciones. Esta configuración conduce a relativizar la visión de una Francia sistemáticamente en huelga y su explicación por la única acción sindical. En realidad, la historia social está constituida por las luchas que oponen los trabajadores a los empleadores y en las cuales el llamamiento al Estado desata periódicamente unas movilizaciones sociales.

El sistema francés de relaciones laborales es el producto de una sucesión de momentos importantes que han hecho emerger progresivamente estas situaciones singulares. Así, se pueden distinguir, en la historia social de los siglos XX y XXI, los periodos del enfrentamiento social (1934-1938), de la reconstrucción social (1944-1950), de la utopía social (1966-1973), de la crisis social (1975-1983), y, por último, de la fractura social (1995-2006).

1934-1938: el enfrentamiento social

El Frente popular ocupa un lugar emblemático en la memoria colectiva, por la importancia de la movilización social, la llegada de la izquierda unida al poder, los logros de los acuerdos de Matignon y del gobierno liderado por Blum. Figura en la historia como un momento excepcional aunque breve de unión entre la población, los sindicatos y los partidos políticos de izquierdas, que marca el advenimiento de la clase obrera y de sus organizaciones en la escena política y social. Dos años de movilización han conducido a la victoria de la izquierda unida, cuyas conquistas serán parcialmente cuestionadas después de dos años de gobierno.

La primera fase del enfrentamiento es política. Con el auge del nazismo en Alemania y la extensión del fascismo en Italia como trasfondo, el motín parisino, organizado por la extrema derecha el 6 de febrero de 1934, señala

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el advenimiento de la concentración. Las numerosas manifestaciones que han tenido lugar el 12 de febrero en las ciudades de provincia marcan el nacimiento del Frente popular. El sindicato comunista CGT llama ese día a una huelga general de 24 horas «contra las amenazas del fascismo y por la defensa de las libertades públicas». El partido socialista SFIO se une a la CGT, lo que sella la unión de los comunistas y de los socialistas en mayo de 1934.

La unión de los reformistas sociales y de los unitarios comunistas, por una parte, y el llamamiento a la clase media, por otra parte, constituyen los principios fundamentales de la táctica del Frente popular

observa Prost122. Es una unión más política que sindical. El Frente popular nace en julio de 1935. Reúne a fuerzas políticas (el Partido comunista francés, el Partido socialista SFIO, la Unión socialista republicana, el Partido radical), a sindicatos (la CGT y la CGTU), y a numerosas organizaciones, tales como la Liga de los derechos humanos o el Movimiento contra la guerra y el fascismo conocido como el movimiento Ámsterdam-Pleyel. La reunificación de la CGT, sellada durante el Congreso de Toulouse que tiene lugar los 2-5 de marzo de 1936, precede de poco la victoria del Frente popular en las elecciones del 26 de abril y del 3 de mayo. Las huelgas transforman el acontecimiento político en un enfrentamiento social.

Mientras que las huelgas de 1906 y 1920 habían conseguido resultados relativamente limitados en comparación con la importancia de las movilizaciones observadas, las de 1936 desembocan sobre unos importantes logros sociales. Las huelgas empiezan en Le Havre, el 11 de mayo, en Bréguet y en Toulouse, el 13 de mayo, en Latécoère, para protestar contra el despido de obreros que habían hecho huelga el 1 de mayo. Estas huelgas solo constituyen el inicio de una movilización que conoce un primer momento fuerte durante la semana de huelga que tiene lugar al final del mes de mayo en la metalurgia. A pesar de la organización de una reunión entre la UIMM y los sindicatos de la región parisina, las huelgas empiezan de nuevo en el inicio del mes de junio. Se acompañan de cerca de 9.000 ocupaciones de fábricas. «La oleada de conflictos del Frente popular instala duraderamente en Francia»123esta modalidad de acción.

Las negociaciones de Matignon, sede del Primer ministro galo, empiezan el 7 de junio después de un encuentro entre Blum y los representantes de la CGPF que sirve para precisar lo que está en juego en las negociaciones, en

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cuanto a los salarios y a los convenios colectivos se refiere. Se concluyen con un aumento salarial del 15% para los más bajos y del 7% para los más elevados, así como por la creación de los delegados de taller. La instauración de la semana de 40 horas y de los 15 días de vacaciones es decidida por ley. El Parlamento aprueba igualmente el 24 de junio de 1936 una ley sobre los convenios colectivos. Convierte un convenio en inmediatamente aplicable cuando ha sido concluido por las organizaciones sindicales y patronales más representativas y ha sido objeto de un decreto de extensión del Ministerio del Trabajo. Así se convierte en la «ley de la profesión». La ley conlleva un poderoso movimiento de negociación destinado a mejorar el compromiso de Matignon y los ajustes de salario a menudo insuficientes. Es completada por un sistema complejo de arbitrajes puesto en marcha entre 1936 y 1938. El procedimiento es criticado por la CGT que lo considera, sin embargo, como un mal menor. Es vivida por la patronal como una intrusión en su ámbito reservado.

Los acuerdos de Matignon del 8 de junio no consiguen interrumpir las huelgas, puesto que una segunda oleada afecta a las grandes tiendas, los bancos y la construcción parisina. Una semana después de los acuerdos, la CGT, el Partido comunista y el Partido socialista se movilizan para el cese de la huelga. Como secretario general del PCF, Thorez pronuncia el 11 de junio la famosa frase: «Hay que saber terminar una huelga cuando se ha obtenido satisfacción». La vuelta al trabajo será muy progresiva porque se produce incluso una tercera oleada de huelga que empieza al final del mes de junio y afecta a unas empresas sin problemas hasta entonces.

Comparándolas con las grandes huelgas de 1906-1910 y de 1919-1920, no impresionan solamente por su magnitud, sino también por su simultaneidad en el tiempo y todavía más por las nuevas formas que ha tomado: la ocupación de las fábricas y de los talleres. Se trata de una verdadera explosión social que ha golpeado el gobierno Blum en el momento de su formación

124. Ni complot comunista ni manipulación de la extrema izquierda, las huelgas vienen de la base. No es cuestión tanto de un momento revolucionario como de la afirmación por los trabajadores de su libertad y de su dignidad. Marca una profunda ruptura en la historia obrera. La huelga va dirigida a los empresarios y a los jefes a los que se quiere mostrar su fuerza.

Tanto en la reivindicación como en la fiesta, los obreros expresan su revuelta contra la autoridad paternalista de los empresarios y su voluntad de cuestionar el

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estatus del contrato laboral. Los convenios colectivos que se generalizan a partir de 1936, aunque hayan sido instaurados por ley en 1919, toman nota de esa voluntad de enmarcar la negociación individual entre el trabajador y el empleador y de inscribir el contrato laboral en un marco colectivo. La movilización social del Frente popular nace del encuentro de estas «tres temporalidades: el tiempo largo de la taylorización que pone en marcha nuevas formas y nuevas condiciones de trabajo, el tiempo mediano de la crisis económica que reduce los costes de producción calculando el salario en función del rendimiento e intensificando las cadencias, y, por último, el tiempo corto de lo político y de lo cultural que juega aquí el papel del iniciador»125. La crisis económica solo tiene un efecto moderado. Los inmigrantes reenviados en sus países de origen son las primeras víctimas del desempleo. No es tanto la miseria como los efectos de la taylorización, la sobreexplotación sistemática, la intensificación de las cadencias y el peso de la jerarquía lo que motiva la acción obrera.

Según Andolfatto y Labbé (2006), no conviene sobrevalorar los logros del Frente popular. Para estos autores, los acuerdos de Matignon representan un cierto número de encuentros fallidos, que se explican por la urgencia y la inexperiencia de los negociadores. La cuestión del estatus de la huelga no está resuelta, continúa suponiendo una ruptura del contrato laboral, ya que el empleador puede cerrar la empresa y despedir al personal. Puesto que los actores de la negociación en las empresas y en las regiones no están identificados, los delegados del personal propuestos por la patronal sustituyen la ausencia de representantes sindicales a la hora de llevar las reivindicaciones colectivas. Los procedimientos de ratificación de los acuerdos suscitan numerosos problemas. Al final, Andolfatto y Labbé consideran que «Francia ha desaprovechado la oportunidad de poner en marcha un sistema moderno de relaciones laborales»126.

Los resultados convencionales son sin embargo «inmediatos e impresionantes: cerca de 5.700 textos han sido presentados en menos de dos años»127.

La revancha...

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